lunes, 14 de enero de 2013

Catorce de enero.



Subes y bajas, tu cuello exhibe venas gruesas y azuladas, tu boca rodea, engulle, posee. El catorce de enero es un día bizarro. El rostro mío, que es como una máscara de madera oscura, se enciende dentro de un espejo, es la brasa, aliento de mi pipa. Pasas como película porno frente a mis ojos, siempre te incito. Procuro llevarte al borde y balancearte desde ahí, no te suelto, no te suelto. Me gusta cómo te metes esa verga a la boca, aprecio en realidad tu esfuerzo y pasión, adoro la idea de que seas maleable y dúctil. Vas despertando. 

Nunca supimos en qué pararía esta historia. 

No sabemos detenernos, somos dos perversos que a veces se convierten en tres o cuatro o infinito.

Mis propuestas te resuenan como tambores dentro, cierras los ojos y sonríes de medio lado, aprietas mi brazo del que vas prendida; dices que sí con ese acto. No sé cuánto nos aguante la realidad, no tengo ni una aproximación de cuánto es suficiente, no deseo parar y tú tampoco. 

Hurgo tu sexo en la penumbra, sigues mamando, tu cadera busca el contacto cerrado conmigo. Sigo sin saber dónde parará esta historia. Ahora estamos aquí y estamos bien.


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